Ya van diez meses de la ejecución de una acción terrorista terrible, ejecutada por Hamás (organización política y paramilitar palestina que se declara yihadista, nacionalista e islamista) contra pobladores israelíes inocentes, que desencadenó una respuesta no menos terrible por parte del Estado de Israel.
Hoy, después de haber desplazado a miles de palestinos de sus hogares en la franja de Gaza, después de haber destruido el 80% de sus instalaciones y haber matado a casi 40 mil personas (en su mayoría mujeres y niños), y herido a casi 100 mil (aproximadamente el 20% de la población de Gaza) para capturar a un estimado de dos mil integrantes de Hamás y liberar a un centenar de rehenes israelíes, la suerte parece echada para Israel y para el medio oriente.
Lo ocurrido ha sembrado un futuro de consecuencias insospechables, no obstante, se puede predecir que, en respuesta a estos hechos, en unos meses o años habrá muchos civiles muertos o heridos, en Israel o en otras partes donde vivan israelís o judíos (sean sionistas o no).
Y esas muertes no serán solo por obra de Hezbolá, Hamás, la Yihad Islámica o los Hermanos Musulmanes, sino también por obra de la radicalización generalizada que se vive, como respuesta al GENOCIDIO que sufre el pueblo palestino en Gaza.
Lamentablemente, esta violencia inminente se sumará a la larga historia de persecución contra el pueblo judío, que en verdad nunca dejó de producirse, y que hoy se ha exacerbado, no solo por obra de los que siempre los odiaron y los quisieron fuera de la región que le fue entregada en 1948 por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial (sin tomar en cuenta el interés de los pobladores asentados hace milenios en esa zona); sino, ahora, paradójicamente esa persecución, que podría tomar visos de búsqueda deseperada de justicia (porque en muchos casos no responde a un antisemitismo), está siendo motivada por el accionar de los mismos israelíes, que en su afán por eliminar a sus enemigos palestinos, excedieron su respuesta de manera monstruosa, sin duda empoderados por el apoyo casi incondicional que tienen de Estados Unidos, Gran Bretaña y la Comunidad Europea, y bajo la creencia que su condición de pueblo perseguido (no el único por supuesto) y su permanente victimización, por causa del Holocausto, les otorgaba un incaducable cheque en blanco, para hacer lo que quisieran, incluso, hacer aquello que le hicieron a ellos mismos en tiempos del criminal Adolf Hítler, por obra del no menos despreciable Benjamin Netanyahu.
Los israelíes dirán que acaso sea el costo que tengan que pagar por haber decidido enfrentar a los que quieren su eliminación, y que matar a diez palestinos (incluso niños) para que caiga un terrorista de Hamás, está justificado (lo cual, por otro lado, ha sido y sigue siendo una táctica funesta, propuesta por los asesores militares israelíes en el mundo, contra los movimientos subversivos y grupos políticos que se rebelan contra el poder establecido).
Incluso los deudos de los muertos israelíes que pueda producir la respuesta palestina o "amiga" de palestina, seguramente también dirán que es el costo para acabar con el enemigo antisemita. Pero los "enemigos" seguirán incrementándose, ya no en Hamás, Hezbolá o cualquier otro grupo radical, sino en cada uno de los sobrevivientes de Gaza (que no puedan ser calificados de terroristas), en sus familiares, en sus amigos, en sus allegados, en sus correligionarios, en sus simpatizantes, en cada persona de este mundo que antes no fue antijudío, antisemita o anti israelí, pero ahora no puede pasar por alto la masacre de Gaza y se muestra anti genocida (como lo fue tanta gente, que después de la II Guerra Mundial, se enteró del HOLOCAUSTO, un terrible genocidio, que no fue el único, pero es el que más difusión y atención ha tenido).
Sabido es que, aquí o allá, cuando no se consigue justicia (por la imposibilidad de conseguirla dentro de una Estado de derecho), se la busca por mano propia, porque, a pesar de estar en el siglo XXI, en Palestina, en Israel o en Irán, hay quienes siguen creyendo que la sangre derramada debe ser pagada con más sangre. Y aún el mundo sigue hundido en esa salvaje retribución del “ojo por ojo, diente por diente”, que a veces no alcanza, y de hecho no alcanzará.
Lamentablemente no alcanzará.